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El Happy Land: otro de los sitios
patrimonio histórico de Barranquilla

 

Por Israel Buzón F.

 

Barranquilla, la Puerta de Oro de Colombia, es una ciudad llena de historias. Mucho se ha escrito y mucho queda todavía por escribir. Uno de los sitios desconocidos por muchos, pero no olvidado es el Happy Land.

Comenzó como una pequeña tienda en el actual Paseo Bolívar con la Carrera 39 y posteriormente sus dueños crearon allí, además, una especie de bar.

Pero no un bar cualquiera, vale la pena recordar que allá se reunía lo más granado de la época, hablamos de los años 50, 60s.

Personajes como Gabriel García Márquez, Alvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas Cantillo y otros que luego citaremos, porque cada uno tiene su anécdota.

No era un lugar de tertulias literarias como "La Cueva" sino mejor aún, un sitio donde los asistentes se tomaban unos tragos y escuchaban música: boleros y, asómbrense, música Clásica.

Nadie ha escrito con profundidad sobre este interesante lugar, y nosotros se los iremos contando en varias entregas, pero les adelantamos una anécdota:

En una ocasión el pintor Alejandro Obregón se subió en una silla y comenzó a dibujar algo en una pared. La dueña del establecimiento lo regañó y palabras más, palabras menos le dijo: "Bájese de ahi, deje de ensuciar la pared y me borra eso inmediatamente". Y el pintor lo borró. Ella lógicamente sabía quien era el pintor pero para ella primero era el aseo de su negocio. Calcule usted ¿cuanto costaría esa obra de arte si se la hubieran dejado culminar al maestro Obregón?

Y ahora un proceso judicial:

 

Nos enteramos, que el sitio  lo compraron inversionistas del interior del país que no tienen ni idea de los valores de la ciudad de Barranquilla y su patrimonio histórico y las autoridades ni saben, al parecer de su existencia y el deber que tienen de preservar estos valiosos lugares. En el inmueble vive ahora el hijo de los dueños del Happy Land. Allí nació, creció y tuvo sus dos hijos Pedro Barrios Hernández quien a sus sesenta años libra una segunda batalla para que se le reconozcan sus derechos como poseedor del inmueble del que se le pretende lanzar sin reconocerle un solo peso.

 

Ya la primera batalla la perdió: revivir el Happy Land, porque el progreso y desarrollo de Barranquilla se trasladó hacia el norte de la ciudad y la zona se volvió tan insegura que nadie iba ahora a sentarse en un bar, por muy decente que fuera, si por la calle del frente deambulan toda clase de delincuentes, viciosos, prostitutas y pare de contar.

 

Lentamente se ha ido apoderando del centro de Barranquilla una nueva generación de inversionistas, en su gran mayoría paisas, los cuales están comprando inmuebles en todo el sector, y el lado positivo es que seguramente sanearán el lugar ante la incapacidad y desinterés de los barranquilleros por sanear su centro e invertir en él. Pero estos nuevos inversionistas no conocen nuestras tradiciones, solamente compran y en ese mundo de negociaciones sale perjudicado también el hijo de los dueños del Happy Land.

 

Pedro Barrios Hernández ha padecido el viacrucis de un largo proceso, enfrentado a los compradores de este bien raíz que le ofrecen una suma ridícula por salir del lugar del cual es legítimo poseedor, luego de décadas de habitarlo, ¡aproximadamente 65 años!. Los abogados que lo han representado, presuntamente, no han sido diligentes en la representación y los jueces han permitido que la situación se dilate (?), y ello ha ocasionado que el proceso no culmine en una forma favorable para él. Ha acudido hasta a la Defensoría del Pueblo y ahí sí que menos le “pararon bolas”.

 

 

Pedro Barrios Hernández
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